sábado, 24 de marzo de 2012

Historia del Arazá

Arazá, en guaraní Árbol del guayabo, resulta una  toponimia cuyo origen es difícil de explicar en este lugar de Buenos Aires. Se repite  en otros lugares de la provincia, inclusive al sur (Maipú) y se agrega a otras dos toponimias guaraníes en la zona, como Tuyú y Ajó. Aparece en documentos por primera vez pasada la mitad del siglo XVIII, aunque no debe descartarse que se conociera por este nombre la laguna y el paraje desde antes.
Tampoco puede obviarse el hecho de que los jesuitas de la Reducción de Nuestra Señora de la Concepción (Rincón de López) tuvieron como peones a indios guaraníes, especialmente traídos del norte, ante la imposibilidad de llevar adelante los trabajos de chacra y de hacienda con los pampas reducidos.
Los ganados eran llevados a pastorear en <<puntas>> o rodeos a considerable distancia, y no parece descartable la hipótesis que los ayudantes guaraníes hayan llegado hasta la laguna del Arazá, por tratarse esta de una laguna permanente y estar a solo unas ocho leguas de la reducción.
Entre1770 y 1825 es frecuente encontrar en diversos documentos citado este pasaje como “Laguna del Arazá y Altos del Troncoso”, como un solo lugar, pese a que separan a ambos puntos más de una legua. Los Altos del Troncoso, que durante más de setenta años pertenecieron a la estancia El Arazá, son una serie de cerrilladas o lomadas, que rodean a la laguna de los Altos, cuya superficie es de 1000 hectareas.
Con 18 metros de altura máxima, las colinas de Los Altos sobresalen claramente sobre los terrenos bajos que la rodean. Deberían el nombre de “Altos de TRoncoso” a un oficial de Blandengues de Magdalena, que a mediados del siglo XVIII se aventuraba hasta este lugar para hacer chacra, en periodos de paz con los indios. Durante más de un siglo, Arazá, Camarones y Los Altos, fueron lugares de concentración de miles de vacunos y yeguarizos, que venían de larguísimas distancias en periodos de seca atraídos por sus aguas permanentes. Durante la última parte del siglo XVIII y hasta bien entrado el siglo XIX, estos campos del Arazá eran especialmente valiosos al encontrarse en su superficie un gran número de lagunas permanentes.
En 1779, el Maestre de Campo Manuel de Pinazo, al presentar un plan de fortificación de la frontera, decía: “… siendo por conclusión nuestro sentir que dicha guardia del Zanjón(ubiada en el actual partido de Brandsen) se establezca en la Laguna de Larazá, Altos del Troncoso , terreno bueno, dominante, con descubrimiento de mucha campaña, quedando las islas a su inmediación de su izquierda , y cubiertas en la mayor parte, por la libertad de los leñateros y aun con mucha facilidad proveerse la misma guardia, y sus inmediaciones, con todas las inmediatas hasta el Arroyo de las Flores.”
En su  “Diario del reconocimiento de los fuertes de frontera de Buenos Aires” Francisco de Betbezé expresaba el 22 de marzo de 1779: “Emprendimos la marcha por mismo rumbo SSO a las seis de la mañana, llegamos a las nueve de la misma, y así pasamos este rio (con agua a la rodilla de los caballos, porque extiende ahí ambas orillas en forma de dilatadas playas) ladee por el lado LSL acompañado de los capitanes Sardén y Escrivano y escoltado de Blandengues, para ir a reconocer los Altos del Troncoso, que consisten en varias lomadas rodeadas de bañados, por todo el Oeste y parte del Sur; el campo de estas inmediaciones es generalmente abierto, con infinidad de bagualada; tiene una laguna de mas de tres leguas de circunferencia, bien irregular, su agua no es displicente al paladar, aunque dicen los prácticos su bondad de estar muy crecida en esta ocasión. Se hicieron pozos en los bajos que produjeron agua regular. Los pastos no son muy buenos en estas oiadas y son sumamente escasos en las lomadas contiguas a dicha laguna, nombrada de los Altos de Troncoso.” Esa noche, al acampar en Camarones, “…se mataron dos tigres en un Hinojal muy grande inmediato al campamento.”
En ese mismo año de 1779, y dando cuenta del estado de la frontera, el Virrey Vertiz recomendaba llevar el fuerte del Zanjón (Coronel Brandsen) a “los camarones, o laguna de Larazá, que se avanzan veinte leguas poco mas o menos.” Esto era parte de un plan destinado a establecer seis fuertes del lado del sur del rio Salado.
Y describía: “Laguna de Arazá: cuando no se conceptúe conveniente poner el fuerte de los Camarones por los bañados que le rodean, puede colocarse en la laguna de Laraza, Altos de Troncoso, que con corta diferencia se avanza el mismo terreno, en cuya laguna se encuentra también pescado y la leña mas inmediata con la ventaja de ser aquellos campos mas altos y buenos para las sementeras”.
En 1798, el sabio Félix de Azara, en un informe al Virrey Olaguer Feliu refería: “…que los Altos de Troncoso me pareció sitio mucho mejor que Chascomús para establecer una guardia o Villa y por tanto propuse su trasladación”. Antes, en su “Reconocimiento de la Frontera”, había dicho: “Y por ultimo, con el ultimo rumbo llegamos a los Altos del Troncoso. Así llaman a una lomada desde la cual se extienden otras OSO, y, haciendo un pequeño giro, se prolongan en la dirección NO hasta los Camarones Grandes.”
“Otra rama de colinas se eleva del mismo paraje extendiéndose hacia el NO. El espacio comprendido entre las lomadas de que se acaba de hablar, y por lo mismo abundante de agua; por cuyo motivo en tiempos secos traen a estos parajes sus ganados los vecinos de Chascomús. Se observo aquí la latitud de 36º 5’ 30’’ y la longitud 0º 10’ 55’’ E.”
“Por la tarde se demarcaron dos grandes lagunas que se descubrían, una al SO y otra al NO; ésta mayor que aquella, y ambas de buena agua. Salimos a examinar la mas meridional, en cuya parte del Sud vimos una cañada que acopia bastante agua, en la que por lo mas hondo corre un arroyuelo barrancoso que viene del S. vierte su excelente agua en la laguna, que no la tiene tan buena, aunque se puede beber. Por último, nos pareció que en los Altos de Troncoso, y el paso de los Camarones, llamado el Hinojal, se hallan excelentes parajes para poblaciones y fuertes. De aquí pasamos en retirada a Chascomús, en razón de que el baqueano y los demás prácticos del país afirmaron que no se había de hallar mejores parajes en la paralela que más adelante se ha dicho”.
En el mapa que incluye la “Descripción de la Patagonia” del padre Falkner (Londres 1776), ya se hace referencia a los Altos de Troncoso, aunque en una posición equivocada.
Los Altos habían figurado ya un año antes en el Mapa de Cano y Olmedilla (1775) y luego aparecería esta toponimia nuevamente en el Plano de la Frontera de Vertiz (1779), en el Mapa Geográfico de Saa y Faría (1786) y en la Carta Esférica de Espinosa y Bauza (1794).

Los primero títulos

En Agosto de 1807, Pedro Pérez, vecino de Chascomús, obtuvo en propiedad por titulo de compra a la Real Hacienda, nueve leguas cuadradas en “el paraje denominado Altos de Troncoso o del Arazá”. Ignoramos el precio pagado, pero de acuerdo a otras operaciones contemporáneas, puede estimarse el valor por legua entre 40 y 50 pesos. Debe observarse que una casa en Buenos Aires promediaba los 16000 pesos y un esclavo joven, unos 300 pesos.
En 1827, la viuda de Pérez, doña Jacinta Ibarra, vende a Don Narciso Alonso Martínez el campo conocido por “Arazá y Puesto de Villanueva”, que comprenden una superficie de nueve leguas.

Los Martínez de Hoz

Don Joseph Martínez de Hoz, arribado a Buenos Aires prácticamente con la creación del Virreinato, amaso en casi cuatro décadas de actividad comercial, una de las fortunas más grandes de la época. Como comerciante mayorista y partidario del monopolio del comercio con España, fue enemigo acérrimo de comerciar con los neutrales, secundando en esto a la principal figura de los monopolistas, Don Martin de Alzaga del cual fue albacea a su muerte. Como la mayoría de los comerciantes rioplatenses, contaba con un miembro de su propia familia –su hermano Francisco- como representante en Cádiz.
Se compraba a las casas mayoristas de Cádiz –con las únicas que se podía comerciar- y luego se revendía la mercadería en el Rio de la Plata; otras veces se actuaba como consignatario de esas mismas casas. Martínez hizo de todo: exportó frutos del país, financio con fuertes préstamos al Cabildo de Buenos Aires, al cual además le donó esclavos. Llego a ser alcalde de segundo voto y participo en el Cabildo del 22 de Mayo de 1810. Financio y fue delegado del Cabildo en las excursiones a Salinas Grandes, en busca de la estratégica sal. Tuvo numerosos esclavos, a varios de los cuales le otorgó la libertad a su muerte. Fue administrador de la Casa de Niños Expósitos y presidio la Tercera Orden de San Francisco y la Hermandad de la Caridad. En 1809 tomó a su cargo la ampliación de la Iglesia del Socorro, obra que quedo sin terminar al estallar la revolución de Mayo de 1810. Como la mayoría de los comerciantes, evito la inversión en tierras durante el periodo virreinal. El comercio de exportación e importación, u en segundo orden las propiedades urbanas, atraían los fondos y las ganancias que pudieran generar el negocio comercial. Solo bien entrado el siglo XIX, al igual que los Alzaga o los Anchorena, comenzaron a invertir en tierras. Luego de una enfermedad que lo aquejo por más de seis años, Joseph Martínez de Hoz, falleció el 4 de julio de 1819, siendo enterrado en la Iglesia de San Miguel.
Joseph, que no había tenido hijos, escribió a su hermana a España, ofreciéndole para su sobrino Narciso Alonso Armiño el titulo de heredero universal de sus bienes, a cambio de perpetuar el apellido Martínez de Hoz. Narciso, que acompaño a su tío durante casi treinta años, pasó a firmar entonces, Narciso A.A. Martínez de Hoz. Sus hijos y descendientes, se conocerían y firmarían como Martínez de Hoz.
Narciso de Alonso Martínez nació en Madrid de Canderechas, Castilla la Vieja, el 21 de diciembre de 1780. Sus padres fueron Narciso Alonso Armiño y Doña María Antonia Martínez de Hoz (hermana de Joseph). Embarco el 21 de diciembre de 1791 en La Coruña, llegando a Buenos Aires el 5 de febrero del año siguiente.
En noviembre de 1820, Narciso se casó con María Josefa Fernández de Agüero, habiendo oficiado la ceremonia el tio de la novia, Julián Segundo de Agüero. Vinieron los hijos: María Ignacia Lorenza (1821), Josef Toribio (1823), Narciso Miguel (1824), Emilio Demetrio (1825), Federico Antonio (1827), Benjamín Balbino (1828), María Antonia (1829), Miguel Florentino (1832), María Josefa (1833), Carlos María (1835) y Saturnino José (1837). Dieciséis días después de alumbrar a Saturnino, fallecía María Josefa Fernández de Agüero “de una calentura cerebral, mas a los cincos días de parida se le noto la fiebre maligna…”
Narciso Alonso trajo de España su “Información de Limpieza de Sangre”, certificando que era un buen cristiano temeroso de Dios “y su conciencia limpia de toda mala raza –mácula de Moros Moriscos, ni de los nuevamente convertidos a nuestra Santa Fe y Religión cristiana, sin que el susodicho, ni sus ascendientes hayan sido penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición.”

La toponimia

En 1819, al escribir sus “Instrucciones a los Mayordomos de Estancias”, en el capítulo dedicado a los apartes en la vecindad, decía Juan Manuel de Rosas: “En Camarones, se apartara en lo de Calleja, Obligado, Burgos, Arazá, Villanueva, en lo del finado Juancho Petizo, que está junto a la Boca, y en la estancia de Arroyo y Cía.” Por entonces, Rosas administraba a los Anchorena, una de cuyas propiedades, Camarones, era lindante con el Arazá.
La mayor parte de la toponimia de fines del siglo XVIII se sigue utilizando hoy en día: Cebadillal, Los Altos, Villanueva, El Campamento, La Salada. Otra, se acuña entre 1820 y 1840 y también perdura hasta hoy: Los Peludos, La Noria, La Unión, Zapallar, Mercedes, San José, Laguna de Lastra (por Agustín Lastra, propietario de la vecina estancia “La Libertad”), María Antonia (por Antonia Gutiérrez o María Antonia Martínez de Hoz), Los Loros, San Narciso (por Narciso M. de Hoz).

La batalla de Arazá

Desde principios de siglo, con el comienzo de la explotación del establecimiento, y hasta casi 1830 , el Arazá estuvo siempre expuesto a la acción depredadora de los malones. En octubre de 1823 los puelches invadieron una amplia zona de la provincia; atravesaron el Salado y asolaron numerosas estancias de Lujan y Navarro, llegando a solo 70 kilómetros de Buenos Aires. Por el este, también pasaron el rio, alcanzando el Rincón de Viedma y las Mulas(Chascomus). De las guardias de Ranchos, Lobos y Monte se desprendieron los blandengues, al mando del coronel Arévalo, quien solo alcanzo a reunir unos 180 efectivos, incluyendo en este numero unos 100 milicianos y vecinos de Chascomús, quienes a las órdenes de Caxaraville se hallaban en Villanueva. El 29 de Octubre se unieron las fuerzas de Arevalo, Caxaraville y Juan Manuel de Rosas, quien con veinte peones arribó desde Camarones. El miserable estado de la caballada impedía una persecución mas decidida de los indios, pero el 31, también desde Chascomús llegaron 180 caballos, lo que permitió, que con Caxaraville y Rosas a la vanguardia, se intensificara la búsqueda.
El 1 de noviembre de 1823, a orillas de la laguna del Arazá, los indios fueron alcanzados y batidos en la acción y abandonadas, 150 mil cabezas de ganado vacuno y 800 caballos. En los días anteriores, y después de pequeñas escaramuzas, los indios ya habían abandonado mas de 28.000 yeguarizos. El coronel Arevalo, al informar al gobierno, dice:”Ordene a Rosas los siguiera, remitiéndole como cien hombres mas y los tirotease, lo que ejecuto bizarramente hasta las nueve de la noche en que le previne hiciese alto”. Arevalo recomendó a sus jefes oficiales y soldados por el coraje exhibido, pero muy especialmente a Juan Manuel de Rosas, cuyo conocimiento de los lugares en que se desarrollo la acción fueron decisivos para el éxito de las operaciones. Al publicarse en 1830 la primera biografía de Rosas, que escribió Pedro de Angelis pero que el mismo Rosas reviso y completo, se hizo mención especial a la batalla del Arazá:”El señor Rosas y el Coronel Arevalo, a quienes se les había incorporado un sinnúmero de paisanos armados marcharon a Arazá, donde se trabo una acción formal, en que los indios fueron acuchillados y completamente deshechos, dejando todo su botín, que consistía en una numerosa caballada y mas de 150.000 cabezas de ganado. Esta victoria revelo a los campesinos un secreto, que había ignorado hasta entonces, a saber: que los peligros disminuyen cuando se saben arrostrar con valor.”

El Arazá de Jacinta Ibarra


En 1824, y con motivo de un litigio entre los propietarios del Arazá (Jacinta Ibarra, viuda de Pérez, y su marido Miguel Picaza) y un vecino, Ugarte, el agente fiscal calculaba que la población de la estancia era de unas 9.900 cabezas, pero que frecuentemente el ganado, buscando mejores pastos, invadía campos vecinos. En relación a la superficie del campo (24.000 Has.), la carga animal parece baja, pero es la común para la época. El mismo fiscal, al disputarse las tierras vecinas de “El Cebadillal”, se oponía a que dichas tierras se dieran en enfiteusis a Jacinta Ibarra: “La razón que el Fiscal tiene para esto es que solo debe concederse el enfiteusis al que lo pueda poblar y no al que lo tenga yermo y despoblado, porque estos últimos tienden sus miras a tener colonos e imponerles la ley  o canon según su antojo, es decir, quieren negociar con los terrenos del Estado como ya esta sucediendo con muchos que , pagando, supongamos, trescientos pesos de enfiteusis, ellos sacan mil, y tienen además tierras para su labranza, proceder que influye en perjuicio general. Teniendo pues la Ibarra sobrados terrenos, y aun estos en la mayor parte desiertos, el fiscal es de opinión que por ello, y porque Ugarte ha cumplido con los decretos del gobierno, debe ser preferido en la enfiteusis…”

Los Títulos

Valentín Ugarte, que ya poblaba el Cebadillal, mantuvo la posesión que tenía en enfiteusis, y en 1828, vendió sus derechos sobre el terreno –sin haber pagado nunca el canon- a los Martínez de Hoz. Estos, en 1837 lo compraron en 8.800 pesos al Estado, al poner Rosas las tierras en enfiteusis en venta. La superficie de “El Cebadillal” era de 5.940 (2,2 leguas) según la mensura de Ambrosio Cramer de 1836.
En 1864, los Martínez de Hoz compraron a doña Paula Reynoso un terreno de una legua y ochocientas varas. Al año siguiente, José María Cristóbal vende a la Sociedad Martínez de Hoz un octavo de legua, quienes en 1867 compran otra fracción de diez cuadras por veinte a Antonia Díaz. Antes, en 1845, doña Antonia y doña Dionisia Gutiérrez habían vendido a Martínez de Hoz una legua y quinientas varas cuadradas. Estos cuatro terrenos, que habían pertenecido originalmente a la estancia Dos Talas de Martínez Carmona, sumaban unas 6.375 Has. En 1870, el repartirse el Arazá entre los herederos de Narciso Martínez de Hoz, la mensura realizada por José Antonio Lagos, arrojo una superficie de 36.799 Has., de las cuales 15.524 Has. Correspondieron a José Martínez de Hoz y 21.275 has a Don Federico Martínez de Hoz.

Asesinato en el Arazá

En octubre de 1830 fue asesinado Don Miguel Picaza, en su estancia de Rincón de Victoriano (Dos Talas); Jacinta Ibarra (70 años) su viuda, dueña del Arazá, declaraba en el interrogatorio que se le hacia por encargo del Coronel Gervasio Rozas : “habiendo protegido el finado don Miguel Picaza a don José Solé (el principal acusado) tanto de mayordomos de sus estancias (cuyas son de la propiedad de dicha señora)… y es en quien la señora piensa haber tenido parte con algunos otros asesinos de aquel partido por no pagar lo que adeudaba y siendo que Solé había tenido algún reyertas con el finado…”A su vez, Solé decía “… que lo conoció a Don Miguel Picaza, que hará como siete u ocho años, y que lo conoció con motivo que el que declara anduvo con negocio de pulpería por la Estancia que tenia Don Miguel Picaza en el Arazá”. Poco tiempo antes había sido asesinado don Liberato Barraza, capataz de los Dos Talas. Es posible que Picaza, según consta en el sumario, haya sido asesinado para robarle “un sablecito puño de plata”. Ciento veinte años después, otro propietario del Arazá, don Arturo Lavallol seria asesinado en su escritorio de la estancia, muriendo después también el agresor en el tiroteo.


La época de Rosas

Durante toda la década del 40 El Arazá uso intensivamente carneros Merino, que los mismos Martínez de Hoz compraban a la Sociedad Pastoril de merinos, sociedad dedicada a la importación directa y venta de lanares de Europa, y en la cual la familia tenia una elevada participación. Al liquidarse la Sociedad Pastoril, los Martínez de Hoz quedaron como propietarios de la estancia San Martin en Cañuelas. Esta propiedad la heredo Ignacia Martínez de Hoz que se caso con su vecino de campo Vicente Casares, unificándose ambas estancias pasando a conocerse como San Martin, en la cual Casares años después fundaría La Martona.
Ninguno de los Martínez de Hoz participo de la Revolución del Sur; dos de sus primos y vecinos, los Agüero, si lo hicieron. Otros importantes estancieros de Castelli, como Cramer, Alzaga, Almirón, Tapia e Islas, también fueron revolucionarios. Tampoco fueron jueces de Paz del recientemente creado juzgado de Paz de Pila (1839), pese a que el Arazá era una de las mas importantes propiedades del partido. Debe de todos modos destacarse que al comenzar la década del 40 el mayor de los hermanos tenia solo diecinueve años y el menor tres. Sin embargo, los Martínez de Hoz no fueron enemigos de Rosas, y los hermanos mayores fueron tenidos en su época como unos de los mas importantes aspirantes a la mano de Manuelita. Fueron activos participes de la vida social de la época. José Martínez de Hoz figuro entre los principales organizadores, junto con Diego de Alvear, Manuel Guerrico, Manuel  Cobo, Vicente Casares y Gervasio Rosas, del gran baile de gala que ofreció el Comercio de Buenos Aires en octubre de 1851 en honor de Manuelita Rosas. Del Arazá salieron muchas tropas destinadas a los ejércitos rosistas que combatían a los unitarios, bajo la forma de “donaciones”, cuyos comprobantes constan entre los papeles del Juzgado de Paz de Pila. En la década del 40, y paulatinamente, los hermanos mayores fueron incorporándose al manejo del Arazá, y a la casa comercial Narciso Martínez, en la cual sucedieron a su padre fallecido a fines de los años 30.

Un inglés en el Arazá

En 1847, paso por el Arazá el viajero inglés William MacCann, iba hacia el sur de la provincia. Después de dejar atrás el Salado, Camarones y Los Altos, describe su paseo por la estancia:”A cierta distancia vimos una casa y algunas plantaciones en la cercanías. Calculando que podríamos llegar antes de entrarse el sol, tomamos rumbo en esa dirección. Llegados a la casa, nos anunciamos como viajeros y pedimos hospedaje. El mismo propietario, un caballero argentino de apellido Martínez, vino hacia nosotros y nos invito a pasar. La casa se levantaba junto a una laguna, y la estancia se extendía en un área de cuarenta millas, comprendiendo varios lagos, algunos salados y otros de agua dulce.
Me fue muy agradable encontrar ciertos detalles de confort muy ingleses, a lo que se agrego la buena acogida que nos dispenso el dueño de la estancia. Esa noche tuvimos como cena un roastbeef  y no faltaron los accesorios: pan, sal, confituras, punch de cognac y un buen té. Luego, el señor Martínez me insto para que ocupara su lecho y el arreglo su cama encima de una mesa.
Al dia siguiente por la mañana, antes de ponernos en camino, el estanciero nos hizo ver una tropilla de caballos bayos, los animales mas lindos y mansos que yo había visto hasta entonces. No tenían una sola maña, y en esto se parecían a los caballos árabes; además, eran una demostración de lo que puede alcanzarse tratando con paciencia a los caballos, porque es de saber que en estas pampas, se observa una excesiva crueldad para con los animales. El señor Martínez se mostro como un hombre inteligente y hospitalario. La mañana en que partimos, el tiempo esta hermoso y soplaba una brisa fresca. Cerca de la estancia vimos muchas osamentas de animales vacunos que eran devorados por perros y pájaros.”

Un irlandés en el Arazá

Una singular descripción de la vida en la campaña en esta época, nos ha dejado John Brabazon en sus memorias (“Andanzas de un irlandés en los campos porteños”, editada por el Ministerio de Educación en 1981). Brabazon arribó al país en Diciembre de 1845, para trasladarse meses después al Arazá, donde trabajó largas temporadas, incluso haciendo negocios con los Martínez de Hoz. Nos deja en varios capítulos una colorida descripción de la vida y las costumbres del Arazá y otras estancias de Castelli, que en esa época comenzaban a ser grandes establecimientos ovejeros. Al frente de la estancia estaba Narciso (h), y en el escritorio de Buenos Aires, Brabazon trataba a José T. Martínez de Hoz, ambos futuros fundadores de la Sociedad Rural Argentina.
En el Arazá y estancias vecinas fue mediero, albañil, zanjeador, carpintero, pero rápidamente –como buena parte de los irlandeses en aquella época- se convirtió en empresario independiente, comprando y vendiendo lana, cueros y capones, y fabricando ladrillos. De los varios capítulos dedicados al Arazá, tomamos algunos párrafos:
“Después de trabajar dos meses en Buenos Aires, no pude continuar haciéndolo por causa de mi salud. Por entonces había conocido al joven Miguel Martínez de Hoz, hijo de un caballero muy acaudalado propietario de una gran estancia llamada Arazá, quien me aconsejo que fuera al campo; lo que también opinaba Mr. Fleming. Aceptada por mi esa idea, Miguel hablo con su padre para que me diera una majada de ovejas a medias, y también me dijo que varios compatriotas míos se iban a trabajar al campo y que yo podrá ir con ellos; muy pocos días después partí, junto con mi hermano Thomas, Andrew Nevels y Thomas Gaynor, hacia mi nuevo destino”.”…y al día siguiente continuamos nuestro viaje hacia la estancia El Arazá, y luego que llegamos nos quedamos algunos días con Richard Nevels, que era hermano de Andrew Nevels , que tenia dos majadas a medias con los Martínez de Hoz y fue el primero que en ese distrito vendió, en Pila, carneros finos a 50 pesos papel. Don Narciso Martínez de Hoz estaba a cargo de la estancia y a el le hice entrega de la carta de su padre en la que le decía me diera 1.000 ovejas, tomadas por la pata. Fuimos entonces a Monte Gutiérrez, que es un lugar de la estancia, donde había 6.000 ovejas, y aparto 1.000 con corderos, y los trajimos al puesto Los Altos”. “Un día fui con Luciano a la cima de una loma en la que el ganado pasaba la noche para recoger bosta de vaca, que se utilizaba como leña. Llevábamos un caballo y un cuero de vacuno. Desmontamos y comenzamos a recoger la bosta seca y cuando estábamos  en esta tarea, Luciano empezó a tirarnos con aquella y yo a devolverle los tiros; y como sin quererlo, le di en la cara, aquel sacó su cuchillo y se me tiró encima como un cachorro de tigre, y me hizo un corte en la mano. Por mi parte tuve tiempo de sacar mi cuchillo y esto hizo que Luciano saliera a la disparada, y que, montando el caballo, me dejara a pie en medio del campo. Era aquel un día terriblemente caluroso y tuve que caminar como una media legua”.
“Fue Luciano quien me enseño el español, por lo menos algo, yo, por mi parte, le enseñaba el inglés. He de agregar que aquel leía y escribía bien porque era hijo de un esclavo de los Martínez de Hoz”.
“Cuando mejore regrese a mi rancho, pero como la majada podía recorrer una legua a la redonda, yo comía y tomaba mate en el puesto Los Altos, que estaba a unas pocas leguas de aquél. Entonces, como tenía poco trabajo, Fredes me enseño a tejer caprichosas trenzas para bozales, recados y maneas, y a poner botones en las riendas”.
“Me gustaba usar un lindo par de calzoncillos bordados y mi chiripá, cinturón y poncho, y a veces también un pañuelo de seda. Algunos paisanos llevaban hasta siete pañuelos en diferentes partes, es decir en la cabeza, en el cuello y en la cintura; aunque lo usaban mas comúnmente en el cuello, y después en cualquier parte”.
“Siempre mantuve buenas relaciones con mis patrones y con mis vecinos. Don Narciso me dejaba a cargo de las raciones para el capataz y los peones cuando iba a Buenos Aires, hasta su regreso, y éstas se componían de un pan de jabón, tabaco, dos hojas de papel, dos libras de yerba, una libra de sal, y a veces una libra de fariña, por persona”.
“El 25 de octubre de 1846 comenzamos la esquila en la estancia El Arazá. Hicimos primero el rebaño de Richard Nevels y de Thomas Gaynor, y después de terminar con las majadas de la estancia, fuimos a lo de mi cuñado para esquilar sus ovejas. Percibimos 15 pesos por cada 100 ovejas esquiladas y los agarradores hacían 15 pesos diarios. Entonces había en El Arazá solo unas 6.000 ovejas.
Todos los esquiladores eran paisanos excepto mi hermano y yo. Uno de ellos se llamaba Elías Brown y era hijo de un irlandés, y los otros eran una india y sus dos hijas, y un hijo y su madre. Trabajaban en equipo y no se tomaban la cosa en serio, pues solamente querían tomar mucho mate y comer carne en abundancia.
Cuando terminé de esquilar en la estancia, don Narciso me propuso que compráramos a medias la lana en la oveja, y que yo la esquilara. Acepté  el negocio y comencé el 1º de diciembre de ese año, comprando la lana de 7.000 ovejas por 200 pesos papel, o sea por 20 pesos oro, con la condición de que el vendedor tenia que traer las ovejas a la estancia Arazá, que estaba a 8 leguas, lo cual fue aceptado. El 4 de diciembre comencé la esquila con seis esquiladores, a los que pagaba 20 pesos por esquilar y agarrar a las ovejas, y para el 24 de diciembre tenia la lana en la laguna del establecimiento, donde la hice lavar a 4 pesos la arroba, y deje a Richard Nevels para que la recibiera y pagara por el trabajo.
Seguidamente compre la lana de la majada de 2.500 ovejas que eran de la viuda de Mr. Colman, una criolla cuyo marido había sido un irlandés de los que vinieron en el ejercito invasor que comandaba el Gral. Whitelocke. Hicimos el trabajo en tres días; y después lleve la lana de esas majadas a la estancia, dejando su pago a cargo de Nevels.
Después, el 9 de enero de 1847 convine con Julián Godoy en limpiarle una zanja de 6.000 yardas a cambio de la lana de 6.000 ovejas. Esquilé las ovejas y llevé la lana a la laguna del Arazá, dejando , dejando que Richard Nevels se encargara de los pagos y demás arreglos”.
“Aquel era el piloto del “Filomena”, el barco en el que yo había venido de Irlanda, que por causa del bloqueo franco-británico estaba entonces desembarcado y se había ido a trabajar al campo, porque en los barcos no había trabajo, como muchos otros jóvenes que tuvieron que ocuparse como empleados, zapateros, sastres, carpinteros o zanjadores, o cualquier otra cosa, y después lavarse la ropa y prepararse la comida. A veces habían 8 o 10 de esos individuos en la estancia El Arazá porque Nevels era una buena persona y les daba abundante mate y carne para que se hicieran una sopa, y para dormir tenían cueros de oveja”.
“Ya de regreso en lo de mi hermana Jane, en el puesto Los Altos, Richard Nevels le propuso a mi hermano Tom que se asociara con el y con Thomas Gaynor para poner un almacén en el Paso del Villar, que estaba sobre la costa del Salado, y era el paso principal de ese río hacia Dolores, porque por allí cruzaban todas las tropas de carretas del sur. Tom acepto incorporarse al negocio porque tenía algún dinero depositado en Buenos Aires con un hombre llamado Martín Griffin. Entonces ambos partieron hacia la ciudad, mi hermano para buscar el dinero, y Nevels para organizar con Gaynor la compra y el transporte de la mercadería. Para constituir la sociedad, no fueron necesarios documentos ni estampillados; entonces cualquier persona conocida podía poner un negocio a crédito y si adquiría poca mercadería, los mayoristas le pedían que llevara más. Pudimos haber hecho un esplendido negocio, pero como Thomas Gaynor y Richard Nevels se pelearon, aquel sufrió un mazazo en la cabeza. Yo lo lamenté porque pensaba asociarme con ellos en el negocio.”
“Durante todo el mes de Octubre de 1847 me quedé en El Arazá, sin hacer nada, hasta que en noviembre se dio comienzo a la esquila, y después esquilamos la majada de mi cuñado. Casi todos los esquiladores eran ingleses, porque continuaba el bloqueo del puerto por los ingleses y los franceses y los muchachos que trabajaban en la ciudad, y no tenían nada que hacer, estaban en el campo esquilando. Algunos resultaron muy buenos esquiladores; pero como en la estancia El Arazá había solamente cuatro majadas para esquilar, había poco que hacer  y yo anduve dando vueltas hasta después del Año Nuevo, haciendo alguna que otra cosa chica de vez en cuando”.
“Pero esa noche se produjo una gran tormenta y tuvimos que encerrar a las ovejas en el corral para que no se extraviaran; y como éste era chico, a la mañana siguiente hallamos 80 ovejas muertas, de las mas grandes y gordas. Bill entonces se puso a maldecir reconociendo que era verdad lo que yo le había dicho acerca de que iba a perder mas no actuando honestamente. Pero después le dije que sacara la grasa de las ovejas muertas y que luego de haberla derretido bien, y limpiado, la pusiera en las panzas soplándolas con una bombilla. La grasa era entonces mas valiosa, y Bill dijo que se iba a hacer de una buena ganancia, como para mantener su casa por un tiempo largo.
Estábamos en el  mes de noviembre de 1849 y Tom ya había regresado del norte diciendo que no había podido conseguir un campo que le agradara, y que por lo tanto se iba a ir a la ciudad de Chascomús. Partió hacia allá el día 20 de ese mes. Al llegar al Arazá se encontró con uno de los que se proponían ir a California conmigo y con otros más, y este le aconsejo que se fuera y me dejara.
Como Tom, mis dos hermanas también querían que yo me quedara aquí en lugar de ir a buscar oro. Decían que yo no era tan bueno como cualquier otro hombre de campo después de haberme pasado dos años sobre el recado, que era como mi cama y las mantas con las que me cubría por la noche. Consulte con ellas y decidí quedarme; pero Tom a su regreso dijo que el se iba y que solo esperaría unos días mas para ver si conseguía algún barco que fuera con destino a California”.
“Cuando vendí los capones me fui a Buenos Aires a pagarlos a don Narciso Martínez de Hoz. Fui a la oficina y don José, que estaba allí porque administraba todos los negocios de don Narciso, me dijo que no tenia que apurarme, que había tiempo, que si quería apartar mis animales, lo podía hacer, y cuando yo quisiera. Le conteste que prefería pagar porque no necesitaba el dinero y que si quería comprar mas tenia el crédito de su hermano don Narciso. Entonces le pague 7.200 pesos por los capones”. Brabazon, que fue detenido por transitar la campaña sin pasaporte, y estuvo a punto de morir acuchillado en dos oportunidades, trabajó en Balcarce, Lobería y Tres Arroyos, para luego arrendar campo en San Vicente.

Un inventario de la estancia

En 1849, al hacerse la sucesión de Narciso Martínez de Hoz, se realizó un minucioso inventario de todos los bienes de El Arazá.

- Una casa de azotea, con tres piezas, 18 varas de largo y cinco de alto, con dos ventanas, una de ellas de reja y seis puertas: $14.000

- Un rancho, pared sencilla de material, techo de paja, cuatro piezas, veintiuna varas de largo y cinco de ancho, de tres puertas: $7000
                                                                                                                 "                                                        
También se contabilizan:

  • 1932 durazneros de tres años
  • 500 durazneros de dos años
  • 449 durazneros de un año
  • 600 plantas de higo
  • 30 acacias de dos años
  • 12 guindos grandes
  • 117 paraísos
  • 387 álamos y sauces

Total: $7200

Habia además 2 corrales de ñandubay con 925 palos, cuyo valor se estimaba en $13875.

La hacienda se distribuía de la siguiente manera:

  • Arazá: 470 vacunos ($18 cada uno), otros 230 vacunos ($15 cada uno), 20 señuelos, 1004 yeguas, 2496 ovejas mestizas, 21 ovejas y carneros merinos a $21.
  • Cebadillal: 688 vacunos, 183 yeguarizos, 450 ovejas criollas a 8 reales.
  • San Narciso: 1500 ovejas criollas, algo mestizas, a 12 reales.
  • Los Altos: 1400 ovejas mestizas a cuatro pesos, 10 carneros merinos a 100 pesos, 369 yeguas.
  • San José: 1178 ovejas, a 8 reales
  • Villanueva:165 yeguas a siete pesos, 29 potros, 17 caballos.
  • Santa Isabel
  • María Antonia, a cargo de Francisco Gonzalez (sobrino de Narciso Alonso Armiño): 1523 cabezas vacunas $18, 435 mas a $19; 32 señuelos a $70, 978 yeguas, 78 potros.

Se estimaba además, que había “unas 6500 cabezas dispersas”(alzadas);el juez que tenia a su cargo la sucesión conmino al juez de Paz de Pila, Vicente Letamendi, a que reuniese la hacienda en un corral y la contase, como el resto de los ganados. Se le contesto que esto era imposible, por tratarse de hacienda que no era mansa y que disparaba, y que por eso su valor comercial ($12) era inferior al resto del ganado recontado. En la vecina estancia de Camarones (Anchorena), se estimaba que había en esa época mas de 40.000 vacunos alzados. Esto era en gran medida consecuencia de la escasez crónica de peones, que impedía amansar la hacienda, parar rodeo periódicamente y reunirla en las inmediaciones de los puestos. Una vez amansada, y mediante la acción de los señuelos, se podía trasladar la hacienda para su comercialización. Aunque para 1849 se había comenzado a licenciar buena parte de los contingentes militares reunidos en años anteriores con motivo del bloqueo anglo-francés, y antes por la guerra contra los unitarios, el número de personas aptas para los trabajos rurales que estaban en armas era todavía elevado.
Se advierte también el reducidísimo número de caballos-requisados para la guerra-; sin caballos ni peones, era poco menos que imposible de explotar adecuadamente un establecimiento rural. Llama también la atención la escasa importancia de las viviendas, y el hecho que no hubiera ni galpones ni puestos de material.
El minucioso recuento de las plantas, y su considerable valor, es un fiel reflejo del fuerte interés que despertó la forestación en la década del 40, que se evidencia en los numerosos avisos de la Gaceta Mercantil y en el elevado numero de plantaciones  y de arboles que arrojó en la provincia en el censo de 1854. Las casas descriptas en este inventario, deben haber sido edificadas probablemente en 1827. En la contabilidad personal de Narciso Martínez de Hoz de ese año encontramos:”… por $94 que he suplido al albañil Casimiro Leguizamón que fue a la estancia para la fabricación de las casas”. Estas, aunque modificadas y ampliadas, todavía se conservan hoy en día.
La reja aludida, con una “flor” en su centro, resulta una valiosa muestra de la arquitectura virreinal, y es posible que haya sido forjada a principios del siglo XIX. De ese tipo de rejas se conservan muy pocas en nuestro país, la mayoría en construcciones rurales o religiosas. También debe destacarse que hacia fines de la década del 40 las grandes estancias porteñas estaban en plena transformación, de explotaciones de ganado vacuno a explotaciones lanares, con pastores medieros, a menudo irlandeses o vascos, que estaban libres de la milicia. Este proceso de transformación del Arazá, se acentuó definitivamente en la década siguiente, con un fuerte aumento en el precio de la tierra, con la valorización espectacular del lanar y la decadencia del negocio ganadero vacuno.
Tanto los puestos de material-gran parte de los cuales sobreviven hoy en día- como el menor de los dos grandes galpones, deben haber sido construidos entre 1855 y 1865, en el periodo de auge del lanar. En cuanto al galpón mayor, por el tipo de construcción, suponemos debe haber sido fabricado entre 1880 y 1890. Asimismo, estimamos que la casa principal de la estancia, debe haber sido edificada también durante dicho periodo de prosperidad (1855-1865). Se trata de una construcción en u, de unos 20 metros por lado, de una sola planta, con un aljibe con brocal de mármol en el centro de su patio, y una de las viejas casas adosada en uno de sus extremos.
Debe destacarse además, que pese a que se trataba de una de las estancia mas grande (33.000 Has.) y mejor ubicadas de la época, su tasación, incluyendo las haciendas, era de $606.311, equivalente al valor de solo cuatro de las buenas propiedades urbanas de los Martínez de Hoz. La mayor parte de estas fortunas de origen mercantil, (otro ejemplo son los Anchorena) si bien incluían extensas estancias, seguían teniendo la mayor parte de sus capitales en negocios comerciales y propiedades urbanas.

La cabaña

En una historia de “Chapadmalal”, escrita por uno de los integrantes de la familia, encontramos el origen de los famosos Shorthorn de El Arazá.
“El prestigioso que desde fines del siglo XIX, adquirieron los toros puros por cruza de la raza Shorthorn de Chapadmalal, residió en la antigüedad de sus cruzamientos y en el continuo progreso obtenido por una cuidadosa selección de vientres, y el uso de padres de pedigree de primera categoría. Tuvieron su origen en los primero núcleos mejorados del país, del establecimiento “San Martin” en Cañuelas, de don Narciso Martínez de Hoz, fundado en 1836. De los antiguos copiadores de cartas de dicha estancia, se desprende que en 1836 ya existían ahí “muy buenas vacas”, como así llamaban en aquellas época a los ejemplares de raza o especiales. Estos animales eran conocidos como “talquinos”, por ser descendientes de “Tarquín” (o Tarquino), el primer toro conocido de raza Shorthorn introducido en la Republica Argentina, siendo el importador Mr. John Miller para su estancia “La Caledonia” (situada en Cañuelas). De las cartas surge que fueron compradas “en una estancia cercada de un señor ingles”, treinta vaquillonas “Talquinas” y un toro cuya hacienda, unida a la existente, produjeron muy buenos aumentos, usándose para ellos los mejores padres “Talquinos”.
En 1850, José T. Martínez de Hoz y sus hermanos formaron su primer potrero por medio de zanjas, para asegurar asi su plantel de “Talquinos” y mas tarde aplicaron el mismo sistema a su estancia “El Arazá” en Castelli, para trasladar allí su plantel de 100 vacas “talquinas”. Ellas fueron servidas por un Shorthorn importado de Inglaterra en 1858, junto con otro reproductor y una vaca. No se conservan los nombres, ni el pedigree de estos animales, pero existe la constancia documentada de la operación en los libros comerciales de los señores Martínez de Hoz. En 1861 volvió a importar don José T. Martínez de Hoz, esta vez cuatro toros ingleses: Gumboat, Guardian, Gold Finger y Golden Eagle; el primero de ellos había obtenido el 2º premio de terneros en la Staffordshire Society’s Great Show de 1860”

Encuentro de la laguna de Lastra

En 1852, y con motivo del sitio que el general Hilario Lagos impusiese a los rebeldes porteños, un grupo de estancieros del sur de Buenos Aires, liderados militarmente por Pedro Rosas y Belgrano y reforzados con la indiada de Catriel avanzan sobre la ciudad, en auxilio de los sitiados. Allí marcha, entre otros, José Hernández. En campos del Arazá, y a orillas de la laguna de Lastra, (en el limite con la estancia La Libertad), se hallaba Olmos con unos 500 efectivos; allí se traba la acción, el 14 de enero de 1853, que favorece a Rosas y Belgrano, y en la cual, de acuerdo al “Boletín Oficial” que se imprime en esos días, las fuerzas sitiadoras sufren 15 muertos, 8 prisioneros y “una total dispersión”. Pocos días después, el 22 de Enero de 1853, los rebeldes serian derrotados en la batalla de San Gregorio, en la que seria degollado uno de los jefes, Faustino Velazco, tomado prisionero Pedro Rosas y muerto en el Salado, Agustin Acosta.

La gran estancia ovejera

Los hermanos Mulhall, en su conocido Manual de las Republicas del Plata (1861), en su capitulo dedicado a Castelli, nos refieren:
“La estancia mas importante es la de los Sres. Martínez de Hoz, se llama El Arazá, y comprende varias secciones, que se conocen por el nombre de Mercedes, San Nicolas, Sebastopol, Esperanza, San José, Villanueva, etc. Hay 52 puestos en el campo. Es casco es una bella y confortable residencia, donde uno de los dueños vive permanentemente. Tiene dos grandes galpones, grandes plantaciones, huerta y frutales.
La primera introducción de ovinos de pedigree de origen alemán, fue en tiempos del viejo Martínez de Hoz, fallecido en 1837, y desde entonces, la sangre ha sido mantenida con nuevas importaciones de Negretti, algunos de los cuales han sido elegidos personalmente por los hermanos Martínez de Hoz en la cabaña Hochlitz en Moravia. Las existencias de la estancia comprenden: 100.000 ovejas, 15.000 vacunos y 4.000 caballos. Los carneros Negretti son de pura sangre, y sus hijos son  a menudo rematados en Buenos Aires.
Los diversos tipos de lanas son clasificadas en la estancia, enfardados y despachados, via Ferrocarril del Sud, a Buenos Aires. La estación terminal de Chascomús queda a doce leguas de la estancia. El ganado “de cuernos” esta siendo muy mejorado por la introducción de sangre de raza Durham y existe ya un buen rodeo de ganado cruza. La atención que se le presta al ganado yeguarizo es no menos destacable, y varios notables padrillos fueron comprados en Inglaterra en 1868.
Hay pocos argentinos mas dedicados al progreso de su país, que los Sres. Martínez de Hoz, cuyo establecimiento en Cañuelas le hace honor a Buenos Aires. Además de los carneros Negretti se han importado animales de las razas Lincoln y Leicestershire, mientras que sus vacas y sus caballos de tiro llaman igualmente a admiración. Don José Martínez de Hoz fue uno de los líderes que fundo la Sociedad Rural Argentina, su nombre esta identificado con todos los intereses económicos del país. La estancia El Arazá tiene una población de 250 personas, incluyendo varias familias irlandesas y alemanas. En esta estancia se encuentran las lagunas del Campamento, Salada, Lastra y Troncoso.
El partido de Castelli, pese a que esto es relativamente poco conocido, sostiene una institución que otro partidos con mas riqueza no pueden mantener: un asilo para huérfanos. Se financia entre los vecinos, el gobierno e impuestos locales. Fue fundado por Federico Martínez de Hoz, el actual Juez de Paz, y está bajo la advocación de Santa Isabel. Hay 18 chicos y 16 chicas, quienes son cuidados y educado por un maestro y sus esposa”.

José T. Martínez de Hoz

José T. Martínez de Hoz fue socio fundador y primer presidente de la Sociedad Rural Argentina (1866-1870). Fue constituyente en 1870, legislador, presidente del Banco Provincia de Buenos Aires y presidente de la Comisión de Reconstrucción de la Aduana. Murió en Córdoba en Febrero de 1871, adonde había concurrido con motivo de la Exposición de Agricultura e Industria.
En 1870, se reparte El Arazá, quedando el casco y 21.600 hectáreas para Federico y 15.524 hectáreas para José Toribio. Un año después, al fallecer este último, heredan la fracción de campo sus hijos Miguel Alfredo y Eduardo. Un hermano de éstos, Narciso, murió en Florencia en 1881. La viuda de José T., Josefa Fernández (hija del estanciero Juan N. Fernández) casó con el Capitán de la marina portuguesa Juan de Fonseca, para irse luego a vivir a Londres, donde educo a sus hijos. Primero vendió los lanares de la fracción adjudicada a Federico, luego los yeguarizos y vacas, y posteriormente arrienda el campo. Al dividirse el campo entre los hermanos, le tocan las 8800 has. De Los Altos a Miguel Alfredo, que las vendería años después a Ignacio Goñi, y 7.165 hectáreas (Villanueva) a Eduardo. Esta ultima fracción, sus herederos casi medio siglo después se la venderían a los señores Ochoa, que la conservan hasta el día de hoy, con el nombre un antiguo puesto: San Narciso.
Otro inventario realizado en 1873, siendo mayordomo encargado Don Francisco López, contabilizaba: “Poblacion:265 varas de pared, 623 varas de techo de teja, 365 varas de revoque, 235 varas de corredor de baldosa, 191 varas de techo de pino, 2901 pies de madera en los pisos, 12 puertas vidriera, 5 puertas tablero, 2 puertas chicas, 25 pilares de hierro”. Además, había “un galpón de esquila, con 45 varas de techo de hierro”.
Dos años después, se estimaba el valor de la legua en 400.000 pesos, el mismo precio al que se compraban tierras muy superiores –pero mas lejos del ferrocarril y mas cerca de la frontera con los indios- a un vecino en Chapadmalal.
En 1876, y casi al mismo tiempo que otras estancias de Castelli, los Martínez de Hoz solicitan al Ministro de gobierno de Buenos Aires el correspondiente permiso para “hacer una cerca de alambre en el establecimiento del Arazá, partido de Castelli de propiedad de nuestro socio Don Federico Martínez de Hoz, cuya cerca encerrara una superficie de 7.789 leguas cuadradas”. El permiso fue otorgado, pero obligado al propietario a dejar cuatro “tranqueras o aberturas”, dos de treinta metros de ancho y dos de veinte metros. Sabemos que una de ella estaba ubicada “en el camino a Dolores” y la otra, en el camino de Taillade a “La Tortuga”.



Federico L. Martínez de Hoz, gobernador de Buenos Aires

Federico L. Martínez de Hoz (1866-1935), hijo de Federico Antonio y nieto de Narciso Alonso, que había sido presidente de la Sociedad Rural Argentina entre 1928 y 1931, resulto candidato a gobernador de Buenos Aires como una elección de compromiso entre las diferentes facciones del Partido Democrático Nacional (PDN). Se lo consideraba un conservador independiente y gano las elecciones de noviembre de 1931, en la que radicales y socialistas habían decidido no participar en los comicios, instando a votar en blanco.
Martínez de Hoz, con el paso de los meses, fue tomando distancia de la cúpula del PDN, que rápidamente advirtió que no podía manejar políticamente al gobernador. Después del alejamiento de Rodolfo Moreno –uno de los lideres conservadores- del gabinete provincial, la lucha se hizo sin cuartel. Enfrentado con la mayor parte de los conservadores, y solo sostenido por el presidente Justo y por los nacionalistas de Sánchez Sorondo, Martínez de Hoz renuncio, pero pocas horas después, con el apoyo del gobierno central que había intervenido la provincia, retomó la gobernación. Pero el 12 de Mayo, y a instancias de la cúpula del PDN, la legislatura bonaerense resolvió entablarle un juicio de residencia, acusándolo de graves cargos. El Senado suspendió en su cargo a Martínez de Hoz mientras durara el juicio.
Abandonado por Justo, enfrentado a la mayoría de los lideres conservadores provinciales, y solo apoyado por una minoría nacionalista, finalmente renunció el 14 de Marzo de 1935. El 16 de Mayo el senado provincial halló culpable a Martínez de Hoz de los cargos formulados en su contra.
Falleció en Agosto del mismo año “amargado y relegado al basurero de la historio política, como tantos otros gobernadores de la provincia de Buenos Aires”. La Review of the River Plate, que simpatizaba con el dijo en su nota necrológica que “había sido arrojado del cargo por aquellos a quienes había considerado sus mas leales amigos”, para añadir “Nunca sirvió para la política y los profesionales lo utilizaron como instrumento”. Meses después de su muerte, sus abogados, Dres. Meabe, Torino y Coll, publicaron un libro refutando cargo por cargo.
Entre las muchas acusaciones que se realizaran contra Martínez de Hoz se registro la de haber construido desagües con dineros públicos, que estaban destinados a mejorar su campo El Arazá, en Castelli. El canal en cuestión (Castelli), que tiene su origen en la laguna de Lastra –en el limite mismo de la propiedad- atraviesa luego en su trazado gran parte del partido, beneficiando entonces (1935) a 31 propietarios. También se le acuso de disponer la construcción del alcantarillado y puentes del camino de Castelli a Pila, con “el propósito exclusivo de beneficiar su propiedad…”
En los años en que Martínez de Hoz fue gobernador de Buenos Aires, desde noviembre de 1931 a marzo de 1935, el Arazá que frecuentemente centro de la escena política bonaerense: allí se hacían reuniones, asados y agasajos que ocupaban la atención de los principales diarios. Durante aquellos años, funcionaba en el establecimiento una cabaña de caballos de tiro. En 1939, la esposa de Federico Martínez de Hoz, y sus hijos vendieron El Arazá a Carmen Brower, viuda de Atucha y antes viuda de Lavallol. A su muerte, sus hijos Esteban y Jaime heredaron la propiedad, que conservan hasta hoy en día. Gran parte de otra fracción de la estancia original, La Cebadilla del Arazá, fue adjudicada en 1940 a Celina Martínez de Hoz de Lanús, algunos de cuyos descendientes aun conservan la fracción adjudicada (La Noria y El Rincón del Arazá).

7 comentarios:

  1. Querìa comentarte que entre las familias del pago de la Magdalena del siglo xviii habìa una apellidada Arazan, que creo yo era indìgena, aunque ahora no tengo el dato concreto. Como no se como comentar puse anònimo. Te dejo mi mail carlos_girado@hotmail.com

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  2. En la estancia "El Araza" se casaron en 1880, mis bisabuelos, Elizabeth Daniels y Henry Lawrence en 1880, su casamiento fue publicado por el diario "The Standard" y cuento con ese articulo y allí trabajo mi tatarabuelo, Henry Andrew Daniels casado con Jane Brabazon que son mencionados por John Brabazon en su libro. Mi mail: iquercetti@hotmail.com

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  4. En el Araza se crió el gran jinete Don Miguel Maldonado, creo que era clase 1908, su padre trabajaba allí de puestero. Siempre contaba anécdotas de esa estancia. Una de ellas narraba como cuando eran chicos, junto a algunos hermanos, y con ayuda de una caña bajaban una galleta de la bolsa que las contenía, que estaba colgada en el techo del rancho bien a la guarda; una vez atrapada la galleta que caía era llevada a los pastos donde era compartida con sus hermanos.
    Otra trágica anécdota es cuando su hermano se clavo un cuchillo en el abdomen, al jugar dando una vuelta carnero en el pasto, y salirse el cuchillo que llevava en la cintura; no me acuerdo el detalle si murió enseguida ahí en el rancho, o en el traslado, o ya en Castelli o Dolores. Don Miguel presencio ese accidente, ya que estaba junto a su hermano. tampoco se si el hermano era mayor o menor que el.
    Otro relato que hacia, relataba que cuando el era joven observo como los militares hacian practica de artilleria en la estancia el Araza, recordaba el ruido de los cañones, los banderilleros y soldados, y las largas distancias que alcanzaban los disparos.
    Estos relatos los escuche a finales de los años 70, en mas de una oportunidad, contados por el mismo, en su campo de Los Molles.
    Saludos.

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  5. De acuerdo a una carta,firmada por un señor Martínez desde la estancia El Arazá dirigida a mi bisabuelo , Frederick Hollmann , alemán, que por entonces tenía unos 33 años,éste tenía alguna relación comercial y hasta parecería amistosa con este señor Martínez. En la misma le dice que puede retirar en "la casa" los 20000$ que Federico le solicitara para viajar a Alemania para ser tratado por su enfermedad y el "título de propiedad". Le envía saludos a Elinita, mi bisabuela. Mi bisabuelo falleció casi inmediatamente de escrita la carta y nunca volvió a Alemania.Si alguien supiera algo más sobre la relación que pudo haber entre mi bisabuelo y este señor, que supongo dueño del Arazá, agradecería que me lo comentara

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  7. Muy interesante y detallado relato. Historias poco conocidas de nuestra provincia de Buenos Aires.

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